PARA ALIADO EL QUE TIENE AHÍ COLGADO

Para aliado el que tienen ahí colgado

Pandorita


Cada época del año tiene su cosa. En invierno hace frío, en agosto toca sequía, por San Blas la cigüeña verás y en abril aguas mil (aunque cada vez menos). Nos encanta repetir tradiciones, que si el entierro de la sardina, las hogueras de San Juan o una buena mascletà en Fallas. Por eso ahora que se acerca el 8 de marzo no nos extraña encontrarnos con un motón de hombrecitos que se levantan cada mañana con la inexplicable necesidad de dar su opinión sobre el feminismo. O más bien sentar cátedra sobre el temita, olvidándose por completo de enterrar su sardinita.

Se pasan de frenada al hablar del movimiento feminista como «aquello que hemos construido» y que luego te lloran si les dices que si quieren apoyar la huelga feminista lo mejor que pueden hacer es hacerse cargo de los cuidados ese día, como mínimo. ¿Pero como se te ocurre, tía? ¿Hacerse cargo de algo durante tooooodo un día para que tú te puedas ir a hacer tus movidas esas que están tan de moda ahora? Como te pasas, eh. ¿Por qué no va a poder ir él a la mani del 8M? Porque, al fin y al cabo, si alguien entiende bien la lucha de la mujer es él, que es aliado y que sabe por lo que pasas en tu día a día. Y si tú no lo sabes, pues, mira, ya te cuenta él por qué tienes que ser feminista.

Por eso no nos sorprende encontrarnos una portada en La Marea en la que se entrevista a sesenta tiarrones contando lo que a ellos no les pasa. No nos sorprende pero nos da mucha rabia. Aprovechar el tirón del #MeToo para sacarte una portada to’ guapa con los coleguis, porque eso de que sean las mujeres las que cuentan lo que les pasa y tal ya raya un poquito, ¿no? Mejor tirar por el mansplaining a lo loco: «Nenas, ya ha llegado papi a contaros cómo funciona la rueda». Gracias por el intento pero, mira, que #AMiTampoco me interesa lo que vienes a decirme, Manolete. No es porque vengas con la monserga de «Pobrecitas, porque yo nunca me he sentido acosado por la calle, porque a mí nunca me han pagado menos que a mis compañeras, porque yo nunca he sido agredido por ser mujer, porque yo nunca tal y cual, pero ellas sí…». No por ser mentira, sino precisamente por ser verdad. Formas parte del colectivo opresor, no te hagas portavoz del movimiento, limítate a estar calladito y revisarte tus privilegios. Que se empieza con #AMiTampoco y acabas soltando la basurita esa de #NotAllMen. De nada.

Y es que a algunos les da miedo el feminismo porque «si empiezan rechazando el machismo acaban rechazando el carmín de labios y la penetración sexual». Habrá que aprender a parar, porque, si no, «¿cómo impedir que una cólera justa o una justa rebelión contra el orden establecido genere una nueva injusticia o se petrifique en un orden invertido e igualmente asfixiante?». Ya sabes, los negros comenzaron pidiendo derechos y acabaron con un presidente en la Casa Blanca, dando comienzo a una era de persecución y represalias, y sobre todo mucho mucho racismo contra los blancos. ¿De verdad queremos que esto vuelva a ocurrir, eh?

De verdad, en un momento en que cierto tertuliano estrella se atreve a soltar por su boquita que cierta política «lo que hace es abandonar el feísmo, ponerse desodorante, vestirse un poquito de Chanel», en que se tacha de puritano a un movimiento que denuncia agresiones y acoso sexual y cuando se acaba de cerrar un año con al menos 55 mujeres asesinadas por violencia de género, ¿podemos considerar que estamos ganando y que tenemos que empezar a plantearnos cuándo poner el límite?

Si vas caminando por las calles de tu barrio y tienes que separar a una pareja discutiendo y no tienes ni idea de qué hacer porque tienes miedo de lo que te pueda pasar a ti, de lo que le pueda pasar a ella, y que sin embargo no te parezca tan raro que ocurra. Si te has pasado la vida poniendo y recogiendo la mesa mientras tu padre, tu tío, tu cuñado, tu hermano, tu amigo se quedan sentados tan tranquilamente de sobremesa. Si no te metiste a estudiar matemáticas porque era una carrera de chicos. Si al salir por la puerta de tu casa tu madre te ha dicho mil veces que vestida así no salías. Si te has mirado al espejo un día y has descubierto que tú también eras una de esas, una mujer maltratada, y has llorado de rabia al darte cuenta. Si cada vez que pasas enfrente de un grupo de hombres aprietas los dientes y aceleras el paso para dejar tras de ti una rastra de piropos inopinados. Si un médico forense que trabaja haciendo peritajes en juicios te dice que el problema en los juzgados de violencia sobre la mujer es que éstas se autoinflingen las lesiones. Si todo esto está pasando ahora mismo, ¿de verdad tenemos que cuestionar si el feminismo es necesario? ¿De verdad hay que plantearse hasta cuándo hay que seguir luchando? ¿De verdad tenemos que pararnos a escuchar al bando vencedor hablarnos sobre su victoria? ¿No sería mejor guardarse la espada láser para cuando haya una fiesta temática de Star Wars?

Aún quedan unos cuantos días para el 8 marzo y tenemos que estar preparadas para un buen aluvión de artículos basura, tertulias sobre feminismo moderadas por hombres y comentarios machunos sobre la huelga.

Y bueno, ¿qué le vamos a hacer? Al fin y al cabo, para aliado el que tiene ahí colgado.

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