COLECTIVO HETAIRA: «Sin derechos no se vive mejor»

Silvia García del Colectivo Hetaira

«Estamos acostumbradas a una cierta infantilización de las mujeres»

Ainhoa Maestu, Marta Lezcano y Olivia Isidoro


Entrevistamos a Silvia García del Colectivo Hetaira, una organización que lucha por la normalización de la prostitución y por los derechos de las trabajadoras del sexo. Hablamos de derechos laborales y derechos humanos, de la situación de la mujer en el espacio público, de machismo y de empoderamiento femenino.


 

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¿Cómo surge el Colectivo Hetaira?

Surge a raíz de unas jornadas sobre prostitución que hubo a principios de los noventa, donde se escucha por primera vez las voces de las implicadas. Una de ellas fue Carla Corso, de la Comisión por los Derechos Civiles de las Prostitutas de Italia. También había participación de trabajadoras representantes de la zona centro. Fueron unas jornadas que removieron mucho las entrañas de los que asistieron. En un momento, además, en el que el feminismo se concebía como un «No a la prostitución», muy abolicionista. De repente, surgieron nuevas ideas que dieron finalmente fruto a Hetaira, que lo formaron desde mujeres del ámbito feminista, como del Comité Antiagresiones, es decir, gente que militaba desde hacía ya mucho tiempo, y también prostitutas que ejercían en la zona de Madrid. Juntas decidieron crear un lugar de encuentro. Me gusta mucho hablar de cómo entonces se definía, y creo que se sigue definiendo: Hetaira es un lugar de encuentro entre las buenas y malas mujeres, donde todas juntas lo que hacemos es reivindicar derechos para quienes ejercen.

¿Qué supone para una prostituta la calle?

Por un lado, la calle es un escenario que da mucha libertad a las mujeres que ejercen la prostitución. Por eso muchas de ellas prefieren la calle a otros espacios de ejercicio, como locales cerrados. Generalmente la prefieren porque son sus propias dueñas en cuanto a su trabajo: tienen la capacidad de elegir los horarios, al cliente, elegir las prácticas. Nos trasmiten que eso a ellas les da mucha más libertad. Ahora bien, eso sólo es un porcentaje de las mujeres que ejercen. Otras mujeres prefieren los locales porque viven la calle con mayor peligrosidad; también son mucho más visibles y por el tema del estigma prefieren estar más recogidas en un local cerrado.

Se han hecho experimentos por parte de las distintas administraciones orientados a alejar la prostitución del centro de la ciudad y a recluirlo en la periferia, ¿qué han supuesto?

Siempre que se han tomado medidas para la prostitución en los espacios públicos han tenido que ver con hacer que el fenómeno migre de zona. Pero no a ir a la raíz de los problemas. Esto da lugar a situaciones como la del polígono de Villaverde, que está en un continuo hostigamiento policial con la excusa de la aplicación de la Ley de Seguridad Ciudadana. Creemos que son unos artículos que justamente están diseñados para multar a las mujeres y hacer que se vayan sin realmente buscar una solución al problema que para nosotras pasa por reivindicar la negociación del espacio. Nos parece que todas las partes deberían ser escuchadas, que no es justo que una sea criminalizada y sufra el hostigamiento policial, cuando tienen el mismo derecho a usar el espacio público que el resto de la ciudadanía.

Por un lado, se han usado para echarlas más lejos (y criminalizarlas), con lo cual están cada vez más apartadas de los núcleos urbanos y las ciudades. Para ellas supone un aumento de la peligrosidad. También, como es la propia policía la que las echa de las zonas mediante la aplicación de ordenanzas —o medidas que en ese momento se hayan diseñado—, al final la policía se vive como un agente represor y no como protector. Con lo cual, cuando sufren alguna agresión, no tienden a denunciarlas; y la actividad queda en un lugar mucho más clandestino en el que la negociación tiene que darse muy rápidamente con el cliente. La rapidez juega en contra de la propia trabajadora y al final tiene sus consecuencias en una pérdida de poder para ella en cuanto a negociar el precio, negociar el condón, etc. En el polígono de Villaverde se quejan de que muchos días se van sin trabajar y a veces tienen que bajar los precios para irse con algo a casa. Y eso es algo que en unas condiciones mejores no harían.


 

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Ser mujer parece que ya da cierto derecho a los hombres para tomarse licencias. En el caso de la prostitución es mayor dado que están más expuestas a la cosificación. ¿Cómo enfrentarse a ello?

Se dan situaciones de violencias, que puede ir desde una ofensa verbal e insultarte «puta» hasta unos chavales que pasan con el coche y les tiran unas latas o unas piedras. Por el estigma y por cómo se proyecta en la sociedad, creen que con ellas sí que pueden hacerlo. Con otras mujeres igual menos, pero sí que pensamos que el hombre que trata mal a una prostituta muy probablemente va a tratar mal a cualquier otra mujer. El cómo te enfrentas a estas situaciones, tiene mucho que ver con el empoderamiento de cada una en el trabajo sexual y también en la vida misma, porque nos pasa en el fondo a todas. Pensamos que es una buena herramienta el compañerismo y la solidaridad entre mujeres.

Por ejemplo, en la calle, las mujeres ejercen en grupo, entre ellas se conocen, se forman lazos de compañerismo. Entonces se da el «yo estoy pendiente del coche en el que tu te subes, me quedo con la matrícula, estoy pendiente de cuánto tardas con el servicio; y si tardas más de veinte minutos, me preocupo y te llamo». Se buscan ciertas estrategias para estar pendientes unas de otras y cuidarse.

¿Hay más violencia machista en el ámbito de la prostitución?

También tiene que ver con el estigma y los estereotipos. Hay muchas más mujeres asesinadas, por ejemplo, dentro del matrimonio que en mujeres que ejerzan la prostitución. Hay algunos casos a lo largo del año pero no tiene nada que ver con el número de mujeres que son asesinadas por sus parejas. Entonces, depende de cómo lo miremos. ¿Machismo? Claro, hay en todas partes. ¿Que sufren violencia? Sí, pero nosotras siempre señalamos que la violencia más fuerte es la del estigma. Es una medición un poco subjetiva. Objetivamente, yo no me atrevería a hacer la afirmación de que haya más violencia machista, sinceramente.

¿Qué se siente cuando se dice que la prostitución no es un trabajo?

Ya estamos muy acostumbradas a que lo nieguen, pero lo seguimos reivindicando una y otra vez, claro. Es una estrategia de supervivencia económica de las mujeres y creemos que los derechos laborales y sociales de quienes ejercen tienen mucho que ver con los derechos humanos. Es una manera de proteger y mejorar su calidad de vida, ya no sólo de su trabajo. El poder negociar tranquilamente sus servicios, tener instrumentos legales que te protejan, que te pongas enferma, el tener hijos a tu cargo… Tiene que ver ya con la protección que tienen otros trabajadores que trabajan por cuenta ajena.

De momento nos queda una lucha muy larga. ¿Se llegará a concebir como un trabajo en algún momento? Nosotras luchamos para ello, así que sí que creemos que será posible en algún momento. Los gobiernos tienen que ser muy valientes para llevar a cabo políticas públicas que protejan los derechos de las trabajadoras del sexo, ya que el tema de la prostitución no da precisamente votos, sino que crea mucha controversia, mucho debate. A veces es un debate que sale casi desde las vísceras de cada una, y de cada uno; más que con racionalidad que sin derechos no se vive mejor.

No sé por qué hay ciertos sectores de la población que se creen con el poder de decidir qué es bueno para las demás. Si creemos que el feminismo se trata de hacer alianzas y solidaridad entre mujeres, yo no debería tener que decir qué es lo que tienes que hacer, si no disponer de las herramientas para que seas tú la que decida qué es mejor para ti, y reconocer esa diversidad.

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La prostitución sigue siendo un tema muy conflictivo dentro de la teoría feminista, y mientras el debate se mueve en argumentaciones teóricas, la situación de las trabajadoras del sexo continúa sin salidas. ¿De qué manera afecta este debate teórico a la práctica?

Afecta en que nunca se da ningún paso y que, cuando se dan, se dan hacia atrás. Nosotras pensamos que en la mayor parte de los trabajos las mujeres feministas abolicionistas tienen ideas bienintencionadas. Creen de verdad que con el abolicionismo van a mejorar la vida de las mujeres. El problema es que cuando todas las medidas abolicionistas bajan a la práctica, y las políticas públicas apoyan el abolicionismo, al final lo que tienes son prohibiciones, criminalización y penalización a base de multas. Y no sólo porque multen a las mujeres en su trabajo, sino también las multas a los clientes. Criminalizar al cliente tiene una consecuencia muy negativa para las mujeres. Es casi lo mismo que si las multas a ellas directamente. La criminalización y prohibición no trae nada bueno para las trabajadoras del sexo. Precisamente porque en ese momento crece la clandestinidad y entonces se van a esconder más y van a perder el poder de negociación.

Y esto en los espacios públicos, pero si no pueden estar en el espacio público, se tienen que ir a locales cerrados. Y allí, como la prostitución no está reconocida como un trabajo, no hay un reconocimiento de la relación laboral. A ellas les dan unas condiciones de trabajo que a lo mejor no desean, pero es que tampoco tiene mucha posibilidad de negociación y no tienen una herramienta para poder defenderse.

Es que al final lo que estamos pidiendo son derechos como el resto de los trabajadores. Ha habido luchas históricas, como la de los mineros. O ahora mismo, por ejemplo, las trabajadoras domésticas para que se les reconozca sus derechos, o las camareras de piso, que también sufren una gran precariedad.

¿Por qué hay tanta reticencia para normalizar la situación de las trabajadoras del sexo? ¿Puede ser una cuestión moral?

No sabemos muy bien por qué hay tanta reticencia. Creemos que uno de los problemas es que tiene que ver con el sexo, y es posible que haya por ahí cuestiones morales y ciertos tabúes. Y, en segundo lugar, también es cierto estamos acostumbradas a una cierta infantilización de las mujeres. Muchas medidas legislativas, no sólo me refiero a España sino también internacionales, que tienen que ver con la protección de las mujeres —por ejemplo, las relacionadas con la trata—, siempre juntan a las mujeres con los niños y las niñas. Y no nos parece bien. Es decir, las mujeres adultas tienen una capacidad de decisión que entendemos que los menores de edad, los niñas y las niñas, no tienen. Y siempre, sin embargo, vamos en el mismo saco. Creemos que tiene que ver con que de alguna manera se instaura esa idea de que tenemos que seguir siendo tutorizadas por papá Estado, cuando ya no lo necesitamos; y también con que sigan mandando sobre nuestro cuerpo.

¿Se usa la vinculación de la trata con la prostitución para dificultar la legalización?

Normalmente cuando se habla de prostitución o de trabajo sexual siempre va ligada inmediatamente la trata. Sin embargo, la trata existe en muchos otros ámbitos económicos de los que no se habla: tiene que ver con el sector textil, con el trabajo en hostelería y tiene que ver muchísimo con el servicio doméstico. Sin embargo, la trata en esos sectores no importa tanto perseguirla como la que se da en lo que llaman explotación sexual y que nosotras llamamos trata con fines de prostitución forzada. Lo decimos así para que quede muy claro que es forzada, y porque explotación sexual nos parece que es un término un tanto opaco.

Una de las cosas que se repite es que si no hubiera prostitución no habría trata. Lo cierto es que hay sectores económicos normalizados donde existe trata pero puede ser más fácil de discernir al haber un marco legal para esas actividades. Cuando la actividad es clandestina, como ocurre con la prostitución, perseguir la trata e identificar a las posibles víctimas puede ser más difícil.

Efectivamente, hay que seguir persiguiendo la trata y las redes que se benefician de ella. Sabemos que el reconocimiento de derechos no es la panacea, sabemos que después hay que seguir trabajando contra la trata, con la reducción del estigma, con las violencias…

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¿Cómo se lucha desde el colectivo para normalizar la situación de las trabajadoras del sexo?

Desde el colectivo, por un lado, hacemos intervención social, atención directamente en los espacios de prostitución, y tenemos un local al que ellas puedan acceder de una manera libre. Intentamos dar apoyo concreto a los problemas cotidianos. Estos problemas cotidianos tienen que ver con una parte más asistencial , pero también de empoderamiento, de crear alianzas entre nosotras. También el cuidado de la salud, apoyo en los problemas familiares, asesoramiento en cuestiones jurídicas, cuando tienen problemas con extranjería, cuando han tenido problema en algún piso, cuando no las han querido pagar o si han tenido problemas con la policía y han sufrido abusos policiales… Tratamos de abarcar todo lo que nos llega, y si lo podemos solventar desde el colectivo, estupendo. Y, si no, tenemos una red de organizaciones y las derivamos, siempre con un seguimiento. Por otro lado, está la cuestión de incidencia política, de reivindicación de derechos, de denuncias de vulneración de derechos fundamentales. En función de lo que nos cuentan las mujeres nosotras tenemos que ir matizando y construyendo nuestras reivindicaciones.

¿Qué se puede hacer desde la sociedad para ayudar?

Si de verdad hubiera un clamor social que dijera: «¿Cómo va a seguir este colectivo de mujeres sin derechos sociales y laborales y sufriendo violación de derechos fundamentales?», pues entonces sí que estaría en la agenda política de todos los partidos. Pero, por un lado, el colectivo de mujeres trabajadoras del sexo no es un colectivo muy visible y se desconoce ahora mismo el número de mujeres que podemos tener ejerciendo la prostitución en nuestro país. Hay un cierto oscurantismo que, por lo que sea, también viene bien a los poderes políticos. Luego también tiene que ver con que afectan mayoritariamente a mujeres. Y, como todas las cosas que afectan mayoritariamente a mujeres son de segunda categoría, desde luego nunca vamos a ser las primeras de la lista, sino que vamos a estar en los últimos lugares. Cuando llega el momento de hablar de trabajo sexual o de prostitución, se debate, se debate y volvemos a empezar a debatir y se dice : «Bueno es un tema muy complicado y lo tenemos que seguir debatiendo».

No hay que pedir heroicidades al resto de la población, porque tampoco es justo. Que cada uno vaya poniendo su granito de arena trabajando sobre sus propios prejuicios sobre el estigma y sobre la visión peyorativa que pueda tener sobre las trabajadoras del sexo. Y trabajando también los mitos sobre la sexualidad.

Se habla mucho del tema, pero las propias implicadas nunca están presentes en el debate.

 

Ahora unas preguntas cortas…

¿Qué es la calle?

Un espacio público de todas y para todas.

¿Un libro representativo?

Una mala mujer, de Montse Neira.

¿Una película?

Princesas, de Fernando León de Aranoa.

¿Olympe de Gouges o Frida Kalho?

Yo personalmente Frida Kalho, pero otras mujeres del colectivo elegirían a otra.

¿Albert Rivera o Mariano Rajoy?

Jajaja. Oh no, ninguno, me niego.

 

Si quieres leer la versión extendida con preguntas inéditas, aquí te dejamos el PDF: Entrevista al Colectivo Hetaira. JDM.

 

 

 

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