CANCIONES PARA DECLARAR LA GUERRA

Canciones para declarar la guerra

Marta Guirao


Hace tiempo alguien me dijo que, para escribir algo realmente bueno, hay que estar jodido; y creo que en el mundo de la música no es muy diferente. Hay éxitos que vienen de las cenizas, que hicieron resurgir a artistas y compositores, que les sacaron de la depresión, la bancarrota o el desamor. Discos que fueron verdaderas declaraciones de guerra o de principios, de intenciones que nunca antes se podrían haber vislumbrado.

No me refiero, por supuesto, a triunfos como el de Madonna, que tienen mucho más que ver con la capacidad de adaptación que con la creación ex nihilo —no por nada es la «Reina del Pop»—. Ni tampoco a golpes de gracia, como el que tuvo Nirvana con la muerte de su cantante que, irónicamente, elevó la popularidad del grupo —no se dejen engañar, en ese momento, la banda que triunfaba dentro del rock alternativo era Pearl Jam—. Así como tampoco tiene sentido mencionar intentos faraónicos para salir del declive que terminaron convirtiéndose en grandes fracasos; como es el caso de Axl Rose y un inexplicable Chinese Democracy (considerado el álbum más caro jamás producido: a unos 9000 dólares la canción), o el de Marvin Gaye con Here, my dear (que existe porque en este mundo tiene que haber de todo).

Me refiero a esos casos realmente excepcionales en los que suerte y talento se dan la mano y generan algo que, en cualquier otra circunstancia, nunca se hubiera dado. Con tan sólo indagar un poco, brotan a miles, pero no puedo hacer una lista infinita. Daré tan sólo cinco pinceladas: cinco discos que marcaron la vida de sus creadores, de su público y del mundo de la música. No tienen por qué ser ni los más relevantes ni los más paradigmáticos. Si ya el arte es personal, el gusto por él lo es aún más. Son estos cinco y no otros porque fueron los que más me sorprendieron (y me siguen sorprendiendo), y porque siempre es más complicado hablar sobre algo que te disgusta, así que mejor no hacerlo. El orden es puramente aleatorio.


 

Bob Dylan — Blood on the tracks

En el 74, Dylan abandona Columbia Records en un alarde de buscar nuevos mundos. Publica Planet Waves (con las primeras versiones de Forever Young) y un disco recopilatorio, y se marcha de gira. De repente se reencuentra con sus viejos demonios: el escenario, el tabaco, el alcohol, las mujeres. Una vida que había quedado en standby en parte por su matrimonio con Sara Lownds, en parte por sus hijos, en parte por el hecho de que, hablando en plata, la década de los sesenta había sido su época más productiva en cuanto a calidad se refiere. En el 75, diez años le separan de Like a Rolling Stone y un Blonde on Blonde icónico. Dylan cada vez es más consciente de su caída en picado y de la incompatibilidad, no sólo con su nueva discográfica, sino del tipo de vida que desea y la que ha ido creando. Es de la frustración y de la rabia de donde nace Blood on the tracks: un preludio a su divorcio, el reflejo de una ruptura que aún no se había dado. Como el fénix que renace de sus cenizas, se convirtió en uno de sus álbumes más vendidos.


 

Patti Smith — Horses

Con tan sólo veintiún años, Patricia Lee Smith deja su ciudad natal, Chicago, para buscar suerte en Nueva York. Trabaja un tiempo en una joyería, viaja a París, donde comienza a actuar y hacer algunas performances, pero, sobre todo, conoce a Robert Mapplethorpe. Se hospedan juntos en el Hotel Chelsea y pagan su habitación con cuadros y fotografías. Patti quiere ser artista pero no encuentra una especialidad: hace incursiones en la fotografía, la pintura, el teatro y la música. En 1974 forma su propia banda y da sus primeros conciertos, pero no es hasta un año después cuando firma con Arista Records y saca adelante un verdadero álbum. Pero, ¿qué tiene de especial Horses? Por un lado, cambió las reglas de lo que, se supone, debiera ser una artista femenina (Smith es andrógina, áspera, cruda); por otro, creó un sonido único: incorporó las narraciones de los poetas beat de la época a la escena punk neoyorquina. Todo ello de un modo tremendamente personal, llegando a transformar el Gloria de Van Morrison en un verdadero himno.


 

Eminem — The Slim Shady LP

Hace tiempo, Chris Rock dijo que uno se da cuenta de lo loco que está el mundo cuando el mejor rapero es un tipo blanco y el mejor golfista, uno negro. No voy a entrar en luchas de ego sobre Tupac y pasaré por alto las condiciones en las que se encuentra actualmente la carrera de Tiger Woods. Se mire por donde se mire, Eminem es el artista (solitario) de hip hop con mayor número de ventas, y probablemente también el más controvertido. The Slim Shady LP sale a la venta en 1999, tres años después de su fracasado Infinite. Tres años en los que no hizo más que recibir demoledoras críticas y en los que tuvo que lidiar con inimaginables conflictos familiares que, aún a día de hoy, siguen vigentes. Supongo que fueron la ira y el odio, además del orgullo, los que sacaron adelante un álbum que marcó, no sólo una generación, sino gran parte del futuro del rap. Un álbum con el que, permítanme la expresión, un blanco se hizo respetar en el dominio de los negros: nunca nadie había sonado tan cómico y amenazador a un tiempo.


 

Pink Floyd — Wish You Were Here

¿Qué haces cuando tu último álbum de estudio es no sólo el más exitoso de tu carrera, sino el segundo disco más vendido de la historia? ¿Cómo te enfrentas a eso? ¿Debes dejar el mando, disolver el grupo, abandonar la música, huir a otro lugar con tu fama? No, sigues adelante. Pero, ¿y si tu ingeniero, que no es otro que Alan Parson, te abandona para florecer en solitario? Y añadámosle más drama: Syd Barret, miembro fundador del grupo, reaparece en el estudio, irreconocible, aún más profundamente dormido en la drogadicción que le llevó a dejar la banda unos años atrás: afeitado de cabeza y cejas y con un sobrepeso alarmante. Pink Floyd podría haberse echado atrás, abrumado por su éxito, pero no lo hizo: compuso un LP de cinco temas, largos, casi del todo instrumentales, en los que se hacía referencia a la ausencia y los problemas mentales de su fundador y al monstruo de la industria musical. De su discografía, fue el álbum que más rápidamente se vendió.


 

Amy Winehouse — Back to Black

En 2003 sale a la venta Frank, el primer álbum de Amy Winehouse. Tiene un éxito moderado, pero deja bien colocada a la británica en el panorama musical. Un año después conoce a Blake Fielder y supongo que el resto es historia: se hunden juntos en el mundo de la droga, el alcohol y el desenfreno, su relación está lejos de ser estable y finalmente él decide cortar y regresar con su novia. Amy cae en una depresión aplastante y sus productores deciden llevarla a rehabilitación. Por suerte o desgracia, ella se niega: lucha contra sus adicciones y, sobre todo, lucha contra el desamor. De esa guerra consigo misma nace Back to Black: un disco potente, lleno de rencor y verdades, un disco que probablemente jamás hubiera visto la luz de haber ido a una clínica de desintoxicación.

 

Leave a Comment